El barrio Palmitas de la ciudad mexicana de Pachuca de Soto, ubicada en el estado de Hidalgo, en México, tenía -hasta hace poco- una mala reputación por ser escenario de batallas a muerte entre pandillas.
Sin embargo, la inseguridad ha disminuido considerablemente en los últimos meses y ha captado la atención de autoridades y ciudadanos gracias a un proyecto artístico que no solo pintó de llamativos colores todas las casas, sino que fue parte fundamental para combatir la delincuencia.
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Hoy en día ya casi no es peligroso caminar entre sus calles y laderas empinadas. El proyecto fue concebido por Germen Crew, un grupo de artistas mexicanos, que ha construido un gran mural coloreando las fachadas de todas las modestas casas con la ayuda de los pobladores locales.
Este increíble trabajo inició en 2012 y fueron repintados a la fecha alrededor de 20 mil m2 de muros grises, incluyendo 202 casas en las que habitan 452 familias. El objetivo de esta iniciativa es reducir la criminalidad en la zona y reconstruir el tejido social a través del arte.
Considerado como el mural “más grande del mundo”, tuvo un costo de 310 mil dólares y fue financiado por el gobierno local, que contrató a 20 artistas. “Queríamos involucrar a la población desde el principio”, explicó Ana Estefanía García, secretaria de Planeación y Evaluación de Pachuca.
Entre los muralistas también hay integrantes de pandillas, básicamente ese era parte de lo que se quería lograr, pero antes de comenzar a pintar las casas, las calles de la localidad se limpiaron, se removieron los coches destrozados, se mejoró la iluminación y se instalaron ocho cámaras de seguridad.
El embellecimiento de Palmitas derivó en la caída de la criminalidad en un 35% en tres años y las relaciones entre sus habitantes comenzaron a cambiar y a mejorar.
“Sí ayuda mucho el arte. Los colores cambian mucho el ánimo de las personas porque el color gris los mete a una monotonía“, comentó Roberto Robles, integrante de Germen Crew. Las viviendas pintadas, además, enorgullecen a sus habitantes y les ha abierto nuevos horizontes.
Las pandillas de la zona “siguen existiendo” pero “hoy tienen una visión diferente: comen, pintan y conviven juntos. No son mejores amigos, pero hoy saben que pueden trabajar por cuidar su comunidad”, añadió Ana García.
Los padres de familia han dejado de temer que sus hijos jueguen en las calles por los enfrentamientos entre pandillas. Pero no todos opinan de la misma manera. Adante López fue el último residente en aceptar que pintaran su casa, ubicada en lo más alto de Palmitas.
“Dicen que va a haber menos delincuencia con esto, pero yo digo que no es cierto. Es parte de cada persona. Porque un delincuente, aunque esté bonito todo, es delincuente. No deja de ser delincuente de la noche a la mañana”, afirma. ¿Tú qué opinas de esta iniciativa?
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