El hombre que dejó todo para viajar y conocer el mundo
¿Alguna vez has dejado de hacer muchas cosas para solo dedicarte a realizar un sueño o dar rienda suelta a tus máximas pasiones?
Este es el caso de Sergi Rodríguez Basoli, un joven ingeniero de 34 años quién decidió dejar todo atrás: su trabajo, dónde había hecho una línea de carrera impecable; su vida ocupada, siempre frente a un ordenador sin parar de teclear o estar comunicándose con sus clientes, para empezar un viaje que lo llevaría a cruzar los océanos, visitar nuevos lugares y conocer nuevas personas; todo esto sobre su instrumento de viaje favorito: el kayak.
Para todo esto, él había cursado la licenciatura de Ingeniería en España, Reino Unido y Alemania, especializándose así en energías renovables. Además de ello, se dedicó al estudio de los idiomas, siendo finalmente bilingüe en catalán y castellano, con nivel avanzado en inglés y alemán. También formó parte del mercado en la traducción de textos con especialidades técnicas, desde documentación específica, como fichas técnicas u ofertas comerciales, hasta páginas web.
Estaba trabajando como intérprete de delegaciones de habla castellana durante eventos de carácter técnico, cuando en uno de esos viajes se dio cuenta que algo no estaba funcionando como quería. Todo surgió a raíz de un viaje a Cuba, donde se había desplazado por motivos de trabajo y tuvo oportunidad de perderse junto a un buen cubano en los rincones más recónditos de la isla.
Con ello se dio cuenta que le gustaban los viajes, conocer nuevas cosas, sentirse liberado y de alguna forma: sentirse libre, pero no de la forma como lo estaba haciendo. Los horarios limitados y el cansancio eran su máximo enemigo. Entonces, con el dinero que tenía guardado y las ganas de sentirse libre, decidió dejar todo lo que había logrado a su corta edad y emprender una aventura en altamar.
Esa era su inquietud existencial y en la inmensidad del mar ha encontrado la armonía necesaria para identificarse con el mundo que le rodea, sin aspavientos ni poses, sin prisas ni reclamos, con la conciencia inquieta de quien está convencido de que otra realidad es posible, y de quién se da cuenta que el conocimiento y la paz interior son su única recompensa.
Así fue como un 11 de junio de 2011 comienza a remar desde Cataluña hasta darle la vuelta a la península ibérica en kayak y desembarcar definitivamente en la playa de La Concha en Donostia. Así fue que permaneció 182 días a remo en contacto directo con el mar, comiendo de lo que pescaba. Pero no estuvo solo, en su camino encontraría a un nuevo amigo, quién hasta ahora lo acompaña en sus travesías a través de la Costa Mediterránea.