Lo que mamá me enseñó y nunca se me olvidará

A poquísimos días del día de la madre (uno, para precisar), recordaremos momentos de nuestra infancia en donde, claro, nuestra madre estuvo presente para que se conviertan en esto, recuerdos inolvidables llenos de enseñanzas; los cuales a muchos nos ha servido para aprender y sobrellevar los momentos malos. Y empezamos.

 

“Abrígate, te vas a enfermar”

Lo que mamá me enseñó y nunca se me olvidará 01

¿Qué mamá no te lanzó la conocida y popular amenaza que predice el futuro?, sí, y esto es básicamente prevención. Cuando empezabas a salir a fiestas porque salir a jugar en las tardes dejo de ser divertido, y querías como sea, mostrar los pocos atributos que habían llegado a ti en ese momento, pero no; tu mamá siempre tenía que aparecer para taparte y que no se te vea para nada “adulta”. Sin embargo, esta presión de ella, al evitar que te enfermes era, por sobre todo pronóstico atmosférico, importante. Pues, cuando llegabas a la fiesta, y te sacabas todo tipo de prenda que te cubra en exceso, al día siguiente amanecías con la tos y gripe que no te dejaban ni mirar la televisión tranquila y todo por no hacerle caso a tu mamá cuando te dijo que te abrigaras. Pese a esos resultados, solo te das cuenta de esa eficiencia cuando creces y ya no tienes su voz repitiéndote que te abrigues, porque simplemente, ya es parte de tu rutina de “salidas”, tal y como te enseñó mamá. 

 

“No arrastres los pies, acabo de limpiar”

Lo que mamá me enseñó y nunca se me olvidará 02

Tal vez esta no va para todos, pero es bastante conocida. Cuando tu mamá se pasaba toda la mañana y parte de la tarde limpiando todo espacio existente en casa, y luego llegabas del colegio con la flojera que nos caracterizó en esa época, arrastrando los pies o la mochila. En lo que de lejos oías creciendo la voz de tu mamá gritando histérica: “no valoras mi esfuerzo en mantener limpio el lugar donde vives”, seguido de alguna frase típica como “no soy tu empleada” o “¿te pesan demasiado las piernas para que no camines bien?”. Y es así que aprendes a valorar un trabajo bien hecho, cuando te tardas horas limpiando tu cuarto o, ahora que eres adulto, tu casa y llega visita y te repites a ti mismo mentalmente “ahora entiendo a mi mamá”.

 

“Porque yo lo digo”

USA, New Jersey, Jersey City, Mother with teenage girl (14-15) sitting on sofa

Imposible olvidar esta frase. De niños y mediante fuimos creciendo, fue usual que le busquemos una explicación y el “por qué” a todo lo que sucede, incluyendo a las reñidas de mamá. Siempre estaba la, casi diaria pregunta, ¿mamá, puedo salir? Y venía la negativa de tu madre en lo que enseguida te enojabas y refutabas con un “¿por qué no?” con la voz llorosa que era síntoma de súplica. Y la dichosa respuesta de mamá “porque yo lo digo”.

 

La gran enseñanza de este episodio, muy repetitivo de nuestras vidas e ilógica respuesta a la vez, realmente era así. El poder que mamá tenía sobre nosotros a esa edad ha sido un gran paso para entender luego, cuanto nos cuidaba.

 

“Si te va mal en la escuela, ya no volverás a ir”

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Si te asustabas al oír esta frase, era una clara señal que no te iba muy bien en la escuela ¿verdad?

 

Pues, muchas veces nos hacíamos un remolino mental mientras nos imaginábamos nuestra vida sin escuela, es decir, sin amigos, juegos, travesuras y otras cosas.

 

Sin embargo, pese a las dificultades de la vida escolar, las madres encontraban la amenaza perfecta y motivadora para no rendirnos y seguir adelante, por lo que les estaremos eternamente agradecidos.

 

“No llegues tarde, por favor”

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De todas las veces que salimos a fiestas con amigos en nuestra adolescencia, ¿en cuál de ellas no vimos a nuestras madres, o bien esperando desde la ventana o acurrucadas de cansancio en el mueble de la sala con las luces apagadas?, ninguna.

Cuando avisabas en casa que estabas próxima a tu salida, ya veías a tu mamá un tanto angustiada, y era notorio por las millones de preguntas, características de un detective secreto, que te hacía: ¿Con quién irás?, ¿En dónde queda?, ¿Cuántos son?, ¿Dónde viven?, ¿hacen algo por sus vidas?, etc, etc, etc. Y llegando a casa la veías feliz de que llegaras sin que nada extraño ni peligroso te haya pasado.

 

¿Qué mejor ejemplo de amor y preocupación que ese?

 

“Si sigues llorando, te daré verdaderas razones para que lo hagas”

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Esta frase es representativa de las miles de pataletas que hacíamos. Qué niño no ha protagonizado rabietas y horas de horas de llanto incansable, cuyo motivo inexistente enervaba la paciencia de mamá. Cuando esto sucedía, se podía observar como la paciencia de nuestras madres, realmente iba disminuyendo. Entonces llegaba esta frase, en lo que tu inocente pero inteligente mentecita pensaba en todas las posibilidades que tu madre podría hacer para que de verdad exista un motivo para terribles “escenitas”.

 

Y es cuando vas creciendo, que te das cuenta que no necesitas lloriquear para conseguir lo que quieres; la fortaleza es importante, y así nos lo enseñó mamá.

 

“Espera a que se vaya la visita”

Funny preschool aged boy fooling in classroom; Shutterstock ID 109983830; PO: TODAY.com

Enseñanza importante de mamá: tus actitudes dicen todo de ti. Y es la pura verdad.

 

Cada vez que llegaba familia, amigos o alguna persona a casa y aprovechábamos cada momento para portarnos malcriados y hacer de las nuestras, porque simplemente creíamos que todos celebrarían nuestros “shows”, pues que equivocados estábamos.

 

Y en esos precisos momentos, no había persona que nos haga entender las actitudes ridículas que teníamos más que nuestra mamá, utilizando una voz susurrante cerca a nuestro oído repitiendo: “espera a que se vaya la visita”. Es ahí cuando nuestra mente empezaba a detectar todo tipo de riesgos, entonces preferíamos quedarnos sentados y pensativos. Ahora somos todo un ejemplo frente a las visitas, ¿cierto?, tal como nos enseñó mamá.

 

“Respeta para que te respeten”

MOTHER AND SON SITTING ON PORCH

Cuántas veces llegamos a casa de la escuela o universidad renegando de alguien por diferentes motivos que nos enojaban mucho. Y entraba mamá a la situación y te escuchaba atenta, a lo que solo te repetía: “respeta, para que te respeten”, mostrándonos que no siempre tenemos la razón en todo. Con esa simple frase, nuestras madres hicieron a verdaderas personas de nosotros.

 

“Me duele más a mí que a ti”

Mother with daughter (6-11 months) in living room

Que frustrante era ver que te quitaban el juguete o videojuego más preciado de tu colección por portarte mal, ¿verdad? Y te pasabas horas llorando y requintando a todos por lo sucedido; entonces, utilizabas el último recurso: suplicar.

 

Pero, mamá solo decía: “me duele más a mí que a ti”, y a qué madre no le duele ver llorar a sus hijos por cualquier motivo, pero como madres que son, su misión era hacernos entender nuestras malas acciones. Y sí que sabían cómo hacerlo.

 

“Algún día le agradecerás a la vida por haberte dado una madre como yo”

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¿Quién mejor que ellas mismas para saber qué tan excelentes madres son para nosotros?

 

Cada palabra, frase o diálogo que alguna vez usamos en replica de nuestras madres, daban lugar a esta respuesta. Y han estado en lo cierto todo el tiempo, por cada palabra que nos enseñó algo, cada acción de la que aprendimos y cada cariño que nos ofrecía sin nada a cambio. Por todo el tiempo que estuvieron con nosotros, en buenas y malas, mamá ha sido la persona indispensable en nuestro crecimiento y así será para toda la vida.

 

Todas estas frases o enseñanzas que hemos leído forman parte de la enseñanza de muchos, en donde los padres tienen que tomar el control hasta que el hijo por responsabilidad propia lo tenga. Y si bien algunas pueden sonar un poco amenazadora, no hay duda que sólo bastó con que las digan para que nos hagan poner pies sobre tierra. Por eso y mucho más….¡Gracias, mamá!

 

¿Le tienes miedo a la maternidad? Conoce en el siguiente enlace una serie de ilustraciones que les ayudará a superar algunos aspectos de eso. 

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